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Ann Marlowe : "Para dejar la droga hay que encontrar otra obsesión"

Diario: El Periódico de Cataluña

Fecha: 01/10/2002

Palabras clave: Heroína, Yonqui, Experiencia

Tema: Tabaco

ENTREVISTA

Ann Marlowe : "Para dejar la droga hay que encontrar otra obsesión"

Lo dice por experiencia. La heroína le organizó la vida durante siete años

Escritora
Nueva York, 1958
Crítica del 'Village Voice'
Autora de 'Cómo detener el tiempo' (Anagrama)


NÚRIA Navarro

Ann Marlowe fue yonqui durante siete años. Era crítica de rock de la revista Village Voice, militaba en la bohemia del neoyorquino East Village y esnifaba heroína. Pero un día se le quedó la mandíbula fija. Lo dejó. Hoy es cazatalentos de Wall Street y ha escrito un heterodoxo diccionario sobre la droga. Su título: Cómo detener el tiempo.


--Dejarlo cuesta.
--Física y psicológicamente no cuesta tanto. Lo peor es que, cuando lo dejas, se te presentan los cien pequeños problemas de la vida con un gran estruendo. Cuando te drogas, el único problema es pillar.


--¿Lo era para usted?
--Yo buscaba drogas, no conflictos. Iba a pillar a 300 metros de mi casa, en el Lower East Side. Iba en bici, para ver si la zona estaba despejada de policía. Alguna vez tuve que esperar unos minutos escondida en un mohoso almacén del gueto, donde se celebraban partidas ilegales, hasta que el camello me hacía una señal.


--¿Cómo nació su adicción?
--En mi infancia oía historias sobre un tío abuelo, antiguo marino mercante, que adoptó en sus viajes la adicción a la morfina. Acabó su vida en una institución de Lexington (Kentucky), donde también William Borroughs pasó algún tiempo, en medio del desprecio general.


--¿No dirá que ésa fue la causa?
--Inconsciente, supongo. Como lo fue el hecho de que mis padres trabajaran en la industria farmacéutica y sintieran fascinación por las drogas. Eran judíos no practicantes, muy independientes y bastante asociales. Cambiaban de ciudad y yo crecí aislada. Me refugiaba en los libros. Eran años marcados por la guerra de Vietnam y la contracultura.





--¿Existe la personalidad adictiva?
--La adicción a las drogas, que es un fenómeno urbano, está asociada a personas que no saben cómo organizar su vida. La droga te la organiza. Cuando yo dejé la heroína, me apunté a hacer artes marciales. ¡Iba cuatro veces por semana!



--Dicen que es una enfermedad del sistema.
--Pienso que el capitalismo es el mejor principio de organización que hemos descubierto. Exige de nosotros la capacidad de obsesionarnos con el trabajo. Nos organiza el horario. También es cierto que en sus grietas están las drogas.


--Usted acusa a la televisión de crear adictos a la droga.
--De manera inconsciente, claro está. Frente a la televisión y la droga hay un mismo deseo de escapar de sí. Ambos reclaman la misma pasividad. Este año he comprado mi primer televisor, pero lo he adquirido para ver vídeos en persa, lengua que estoy estudiando.


--¿Cómo se ve la realidad tras suspenderla durante siete años?
--No lamento la experiencia. Al salir de la droga, compartes una debilidad común, un común deseo de organizar el tiempo y de hallar una metáfora para la necesidad.


--No sé si la entiendo.
--La necesidad de amor, de afecto, de arte... Ves que las cosas que creías que no merecían tu esfuerzo, constituyen la materia misma de la vida. La droga detiene el tiempo, sí, pero también la belleza.


--Ciertamente, belleza no está en su diccionario.
--Tampoco está secreto. Y debería de estar. El epigrama de mi vida podría ser: secretos no compartidos.


--¿Y eso?
--Mi padre tenía Parkinson y la familia construyó una fachada de normalidad para que nadie lo supiera. También los adictos crean un círculo alrededor suyo. He llegado a la conclusión de que no compartimos los secretos con la gente que nos gusta, sino con la que estamos.



--Comparta un secreto. ¿Cómo desengancharse?
--Buscando otra obsesión. Yo la encontré en la cocina, en el persa, en los zapatos, en el tenis...



--Su posición se lo permite. Otros lo tienen más crudo.
--Cierto. El problema de la droga entre la clase económica más deprimida es que no se le presenta otra posibilidad. El drama de la pobreza no es la falta de dinero, sino la falta de contacto social, el aislamiento.


--Es un drama bastante extendido.
--Sí. Por eso quizá mi mayor vicio sea la política. Pienso visitar Afganistán por segunda vez. Me interesan Irán, Kurdistán, Irak. Creo que durante los próximos años cualquier periodista estará interesado en esta región del mundo. De algún modo, el Tercer Mundo nos ayudará a reencontrar nuestro pasado.


--Por cierto, ¿le queda alguna secuela del suyo?
--Conservo la memoria orgánica de la droga. A veces siento el sabor amargo que queda detrás de la garganta. ¿Sabe? Es como reencontrar a un hombre que rechazaste.

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