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Cientos de toxicómanos toman Velluters en plena mañana de domingo

Diario: Las Provincias

Fecha: 29/07/2002

Palabras clave: Toxicómanos, Valéncia, Vender, Consumir.

Tema: Tabaco

Cientos de toxicómanos toman Velluters en plena mañana de domingo
La venta y el consumo de droga se producen en mitad de la calle, a cinco minutos del Ayuntamiento de Valencia

Un centenar de personas se congregaban ayer en un par de calles del barrio de Velluters, en el centro histórico de Valencia, con el objetivo de vender y consumir droga. A mediodía, en mitad de la calzada, los toxicómanos se aplican dosis de heroína y metadona a menos de un quilómetro de la plaza de la Virgen y a cinco minutos del Ayuntamiento.
BURGUERA (VALENCIA)
Todos los días, la ley del narcotráfico manda callar y atemoriza a los vecinos en más de media docena de focos de venta de estupefacientes en Valencia. Las calles Torno del Hospital, Recaredo, Balmes y Viana, en el corazón de Velluters, albergaban ayer a más de un centenar de personas (varios cientos a lo largo del día) que a plena luz se inyectaban, fumaban e inhalaban dosis de heroína y metadona.

LAS PROVINCIAS ha podido presenciar durante varios domingos seguidos que, mientras la plaza de la Virgen se llena de feligreses que van a la misa del mediodía, a menos de un quilómetro, la metadona y la heroína recorren alegremente el casco viejo de Valencia. Mientras en la Alameda se preparaba la Batalla de Flores, en el barrio de Velluters, a cinco minutos del Ayuntamiento, el aire corría ácido de orines y sudores. Sucios, famélicos y envejecidos, no esperan a llegar a casa (en realidad, muchos duermen a la intemperie) para pincharse, lo hacen allí mismo, tirados en la acera. Compradores y vendedores, aproximadamente un centenar, se mueven entre oficinas de edificios públicos, un convento y un centro excursionista de boy-scouts.

Un tipo de raza negra tocado de un pañuelo rojo y armado con un palo camina dando gritos por Torno del Hospital. Vende y manda. Media docena de traficantes cargados de collares controlan la zona más silenciosamente, con el móvil en la mano. Dominan un territorio al que es casi imposible acceder con vehículo: las señales de tráfico lo prohiben. Sin policías a la vista, los vecinos que no son cómplices son víctimas, abandonados a su suerte, entre espectros que arrastran los pies.

Un tipo en silla de ruedas se pincha; a gritos se vende el papel de plata; las papelinas escondidas en un sostén; el garaje de un centro de la Conselleria de Bienestar Social en la calle Carniceros sirve para inyectarse; sillas viejas en medio de la calzada; los gorrillas del casco viejo se reunieron ayer en estas calles de Velluters. Un confuso castellano se mezcla con discusiones en portugués, italiano, inglés o francés.

Puntos de venta
Algo parecido, aunque no de manera tan cruda, sucede en las vías adyacentes al Puerto de Valencia. Y en el Cabanyal, donde los traficantes, desde los balcones de sus casas, ofrecen cualquier tipo de droga a los conductores que pasan por allí. Y en Campanar, un barrio que observa la vuelta de la venta indiscriminada frente a las obras del futuro Parque de Cabecera. Y en Benimamet, pedanía que presenció con alivio el derribo de las casas de Cuevas Carolinas pero que no se desprende de una lacra que salpica su zona de huerta. Y en el Carmen, con el hachís ofreciéndose a voces junto al Palacio de Pineda mientras un redactor de LAS PROVINCIAS observa en un local nocturno la compra de un gramo de cocaína (60 euros) a escasos 100 metros del Palau de la Generalitat. Y en el viejo cauce del Turia, entre los puentes de Serrano y San José, repleto de traficantes que surten de caballo a gorrillas y demás toxicómanos de la zona. Y en Nazaret, que sufre un auténtico esde sitio en determinadas calles. Todos con el mismo problema y ninguna solución.