Diario: Información
Fecha: 06/10/2002
Palabras clave: Tabaco, Normativa, Restricciones
Tema: Publicidad
Adiós tabaco, adiós!
JOSÉ A. GARCÍA DEL CASTILLO Y RODRÍGUEZ
La verdad es que todos los días nos tropezamos con alguna noticia que nos sorprende y en los últimos tiempos mucho más, lo que me hace pensar que quizás se lo podamos atribuir a la velocidad con la que corre la información en los medios, que a veces no nos da tiempo de asimilar y reflexionar sobre el calado que tiene una determinada información que llega a nuestras manos. Ese puede ser el caso del tabaco en estos últimos días, cuando salta a los medios la noticia de las múltiples restricciones que va a tener a partir de «ahora» -va entrecomillado porque el «ahora» significa a partir de finales de septiembre de 2003-, mediante una normativa que, ¡por fin!, ponga límite a las empresas tabaqueras que impunemente manipulan nuestra salud. Pero, claro, siempre hay algunos asuntos que quedan por desmenuzar, sobre todo porque las regulaciones legales siempre son susceptibles de «bordearse» y podría ocurrir que las tabaqueras siguieran vendiendo el producto sin mayores problemas.Las disposiciones legales que regulan la publicidad, los lemas de precaución de los paquetes de cigarrillos, la composición en los contenidos de los cigarrillos en cuanto a nicotina y/o monóxido de carbono y otros pormenores en torno al tabaco pasan a un primer plano por la entrada en vigor de la normativa europea, como un intento serio de poner «freno» a la promoción y «manipulación» del tabaco. Aunque no empezaremos a ver en las cajetillas de los paquetes de tabaco las nuevas leyendas hasta bien entrado el próximo año, lo cual es una verdadera lástima, porque cualquier fumador que lea en letras grandes «Fumar Mata» (según la nueva normativa tiene que ocupar un mínimo de un 30% de la superficie del paquete y debe ir sobre fondo negro), no creo que pueda quedarse impasible e insensible al mensaje y, como mínimo, se sentirá un poco perturbado por la posibilidad irremediable y altamente profética que le marca el paquete de que morirá, eso sí, si fuma. Siempre cabe la posibilidad, y estoy seguro que no la desperdiciarán, de que los eficientes consejeros de las tabaqueras se agarren a otras posibles leyendas menos impactantes para los fumadores y futuros fumadores, que también permitirá la ley, como la de «fumar puede matar» al más puro estilo de los rótulos clásicos que aparecieron en los primeros años de esta «promoción saludable» de un producto que nada tiene de sano: «el tabaco puede perjudicar la salud». Lo que me pregunto es cómo puede llegar a ser compatible legalmente la primera que afirma rotundamente que si fumas mueres y la segunda que nos da una leve esperanza de salir con vida. A mí, personalmente, me gusta mucho más aquella que dice: «fumar provoca una muerte lenta y dolorosa», creo que este lema entra de lleno en el verdadero drama de más de cinco millones de personas que cada año fallecen a causa de esta adicción permitida, pero tal y como nos anuncia el lema, primero sufrimos y después morimos.
Seguro que entre ustedes habrá más de uno que presumió en su juventud con aquel «juego de humos» que nos permitía alardear de la pericia conseguida a la hora de saber fumar y fumar bien, eso sí, con algunos tintes «machistas», cuando después de una calada al cigarrillo profunda y profusa conteniendo el humo, exclamábamos: «El hombre que sabe fumar, echa el humo después de hablar» y acto seguido expulsábamos el humo con orgullo de campeones. Hoy por hoy, todavía para gran cantidad de fumadores aquello de «fumar es un placer» sigue siendo ese lema interior que practican cada vez que encienden un cigarrillo. Tengamos o no restricciones legales decirle adiós al tabaco sigue siendo fruto de cada uno de nosotros de forma individual y con el convencimiento de quien obra en pro de su salud. Las acciones preventivas empezaron con acierto hace ya varias décadas en nuestro país y seguro que muchos de ustedes conseguirán recordar una campaña que fue promocionada desde el Ministerio de Sanidad por los años ochenta, que llevaba el eslogan de «Tabaco o salud, tú decides» y que gráficamente se representaba por una doble cara (sana y enferma), según se dijo por aquellos días, hubo una disminución significativa de fumadores a la sombra de esta campaña, aunque no hay que olvidar que coincidiendo en el tiempo con ella, el tabaco experimentó una de sus primeras subidas de precio más apreciables. Creo que el aumento en el costo del tabaco puede realmente favorecer la disminución del consumo y sobre todo ralentizar o retrasar los primeros consumos de los más jóvenes. Pero cuando digo aumentar, quiero decir de una forma significativa su precio, como mínimo doblando el valor de la cajetilla. No pueden servirnos las medianías de unos céntimos de euro; tiene que ser algo que verdaderamente le duela a nuestros bolsillos y consiga evitar que nos vayamos acomodando a nuevos precios con los mismos usos o similares. Sería una gran ayuda para todos aquellos que quieren decirle adiós al tabaco, pero sobre todo para los que aún no le han dicho hola.
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