El artículo que presento a continuación es el fruto de 7 años de experiencia laboral en el sector de ayuda a las personas con problemas de drogodependencias. Durante el transcurso de esta trayectoria y el acompañamiento individual de estas personas en su proceso de deshabituación, he sentido en diversas ocasiones estar empujándolos a una puerta de salida con trampa, una puerta giratoria movida por terceros que entenderéis después de mi explicación.
Para empezar, me gustaría hacer uso de un caso hipotético pero bastante generalizado del proceso evolutivo de la mayoría de las personas tratadas en los centros de ayuda a las drogodependencias, las cuáles en gran medida, inician su consumo en la época de los 80-90.
Cuando una persona con adicción a la Heroína, por ejemplo, se pone en contacto con la red normalizada de drogas y el psiquiatra, la primera ayuda que va a encontrar es la prescripción de Metadona (que se utiliza como substituto de la heroína, a pesar de ser un opiáceo igual que ésta. La diferencia es que el toxicómano ahora no tiene que conseguir dinero para tomarla. A medida que vaya explicando entenderéis más sobre ella).
El inicio del tratamiento de Metadona pone fin al consumo de drogas, pero sólo por un tiempo. Hay que recordar que el problema del toxicómano no está limitado al abuso de la sustancia sino que engloba todo un sistema biopsicosocial en crisis y motivado para el consumo de la sustancia en cuestión. Si el tratamiento no contempla la magnitud de este sistema, garantizando un abordaje tanto social como psicológico (periódico y controlado), la metadona garantizará el cese del consumo de heroína pero no evitará el consumo de otras sustancias, como por ejemplo la cocaína. El resultado será la dependencia a dos sustancias: cocaína y metadona.
Cuando la persona en cuestión toma conciencia de su dependencia a la nueva sustancia, vuelva a acudir a la unidad de ayuda; ésta vez el psiquiatra le recetará benzodiacepinas (pastillas ansiolíticas) y es posible que algún antipsicótico, para tratar la nueva sustancia de abuso. El tratamiento inicial no funcionó (porque la persona ha iniciado abuso de otra sustancia) pero aún así se sigue insistiendo únicamente en el abordaje farmacológico del trastorno sin realizar controles obligatorios del consumo.
Resultado: La persona añade a su dependencia otra sustancia legal y prescrita (benzodiacepinas).
Quizás durante un tiempo, el tratamiento biológico evitará el consumo de cocaína o Heroína pero tarde o temprano la persona recaerá en el abuso de cocaína, eso sí, sin dejar el uso de la medicación, con lo cual las benzodiacepinas pasarán de ser tratamiento a sustancia de abuso (droga).
Resultado: La persona es dependiente de dos drogas legales (benzodiacepinas y Metadona) y una droga ilegal (cocaína). La situación ha empeorado.
Durante este proceso pueden pasar 20 años, durante los cuales habrá hecho ingresos en centros de desintoxicación, prisiones,... En ninguno de ellos habrá dejado las drogas legales, si un caso habrá subido las dosis. En el caso de las ilegales, habrán sido controladas durante los ingresos pero no fuera de ellos.
A toda la problemática de abuso, lo más probable es que se añada alguna enfermedad infecciosa como VHC o VIH o incluso ambas, lo cual implica inicio de tratamiento antirretroviral.
El inicio del tratamiento antirretroviral puede ir acompañado de la necesidad de volver a consumir heroína (esto es debido a que los antirretrovirales contrarrestan los efectos de la metadona) y lo más probable es que la persona informe de ello, nuevamente, al psiquiatra. Éste subirá la dosis de metadona a fin de evitar el sufrimiento del paciente.
A modo de información, explicar que los retrovirales tienen una pauta diaria y estricta, esto quiere decir que si la persona olvida a menudo la pauta o abandona el tratamiento, la metadona seguirá estando elevada y es más, a la que vuelva a reiniciar el tratamiento antiretroviral, su cuerpo habrá creado tolerancia a la nueva pauta de metadona y volverá a sentir la misma necesidad de consumir heroína que tuvo al inicio de éste.
Resultado: La dosis de Metadona vuelve a aumentarse con cada abandono y posterior reinicio de tratamiento, así que podemos entrar en bucle de subida que nos empuja a la cronificación del tratamiento de la adicción a la metadona.
Es importante saber que la metadona es un opiáceo sintético e igual que la heroína tiene un síndrome de abstinencia (fiebre, sudores fríos, vómitos, dolor de huesos, fatiga muy fuerte, ansiedad, imposibilidad de movimiento,...) que puede experimentarse solamente con haberla tomado durante unas semanas, así que imaginemos el síndrome de abstinencia después de 20 años. Lo que no he dicho es que el toxicómano, ejemplo del caso hipotético, solo había consumido Heroína durante 2 años consecutivos. Es decir, el tratamiento de su propia adicción no sólo es más largo que la propia historia de consumo sino que ha empeorado su estado de salud, lo ha hecho dependiente de más sustancias y ha imposibilitado su reinserción en la sociedad. Como enfermo crónico, seguramente estará percibiendo algún tipo de pensión o ayuda, cosa que todavía empeora el propio proceso de mejora, esto es debido a que tampoco hay un control de consumo y lo más probable es que la mayoría de esta ayuda vaya directa para la compra de más estupefacientes.
Llegados a este punto el politoxicómano viene a pedirnos ayuda, me explica la historia y debido a situaciones colaterales que ha sufrido decidimos un ingreso lo más rápido posible. Ingresar en Barcelona en un centro de rehabilitación tiene un proceso largo de mínimo 2 meses a no ser que tengas mucho dinero, y ese no suele ser el caso. Así que buscamos un centro evangelista pero de baja exigencia (que permitan fumar, llevar pautas de medicación, metadona,…).
Al contactar con la comunidad terapéutica y enviar los datos pertinentes de la persona a ingresar, me asombro cuando deniegan su ingreso y no por la cantidad de cocaína que toma si no por la cantidad de medicación prescrita que tiene (toda prescrita por un psiquiatra, droga legal).
Vamos a distinguir lo que entendemos por drogas legales prescritas y tratamiento terapéutico con fármacos:
Cualquier tratamiento farmacológico prescrito para el tratamiento de la adicción a drogas tiene unas pautas de administración. Entiendo que en algunos casos en los que se ha sufrido un brote psiquiátrico, determinada medicación queda como crónica. Si no es el caso, el tratamiento ha de tener una pauta de subida, una de mantenimiento y otra de bajada, ya que de lo contrario sería substituir una droga por otra. Si este tratamiento provocase que el toxicómano dejase el consumo de las drogas ilegales tampoco me parecería del todo mal. El problema es cuando se hace una prescripción indiscriminada de medicamentos sin control y el usuario deja de tomarlos como parte de la terapia para hacer uso fraudulento de ellos.
Usos fraudulentos de medicación psicoactiva:
-Contrabando con otros toxicómanos.
-Uso no indicado: después de un consumo de cocaína se pueden tomar ansiolíticos para rebajar los efectos que produce la cocaína; tomar dosis mucho más elevadas de las indicadas por el propio placer que produce.
-Adulterar (cortar) otras drogas ilegales como la cocaína o la heroína.
-Hay toxicómanos que utilizan medicamentos con principio activo de alprazolam mezclados con alcohol para desinhibirse y “buscarse la vida” (salir a robar para conseguir dinero…)
-Estos medicamentos tienen un nivel muy alto de adicción.
-…..
Después de explicar todo esto hay que decir que todos estos tratamientos llevados de la manera expuesta, reitero que es muy habitual que así sea, no solo no ayudan a la desintoxicación de los pacientes sino que la perpetúan en el tiempo y la agravan. También me gustaría decir que tengo la sensación de que esta terapia extremadamente farmacológica se haga de manera deliberada para sacar un beneficio económico a costa de la salud de las personas. Después del caso expuesto, imaginen el coste en tratamiento farmacéutico que ha prescrito el psiquiatra al sujeto durante estos 20 años y lo que le queda. No hace falta decir que todo este tratamiento es costeado por la seguridad social. Si yo me he dado cuenta de todo esto en tan solo 7 años (en realidad muchos menos), el psiquiatra que llevará 30 años, ¿por qué no dice nada? ¿Hay ética o moralidad en todo esto? ¿El objetivo es curar a los enfermos, enriquecer a las farmacéuticas o sacar beneficio propio? ¿Alguien debería hacer algo al respecto?
Alternativas
Consistiría en tratar todos los aspectos de la vida del toxicómano: el ser biológico, el psicológico, el social y por qué no, el cultural. Es decir, un tratamiento integral del toxicómano que contemple la mejora real del paciente y no la especulación de las industrias farmacéuticas o el beneficio económico de terceros.
Si existe la necesidad de prescripción de medicación, siempre deberían incluirse en la pauta, los controles periódicos del consumo. No se puede dar un tratamiento farmacológico psicoactivo a una persona con trastorno de adicción si no se tiene un control constante durante el tratamiento. Sabiendo todo lo que concierne al usuario podremos adecuar la medicación a las posibles fluctuaciones del estado de salud del paciente (si toma antirretrovirales o los deja, si ha tenido una recaída, ..) Además, el tratamiento debería tener un principio y un final pautados, independientemente de que luego las circunstancias alarguen excepcionalmente el alta, el paciente tiene que proyectar un final del tratamiento. Si el pronóstico y la evolución empeoran, deberían intensificarse los aspectos psicológicos y de reinserción social en lugar de malgastar el tiempo y la salud del usuario con combinados medicamentosos.
Muchos de vosotros, me diréis que esta alternativa es muy costosa económicamente pero si se tuviese un control estricto de la medicación, estoy seguro de que saldría infinitamente más rentable de lo que es ahora. El coste en tratamientos usados de manera fraudulenta es muy elevado, dinero de todos que se va a manos de empresas farmacéuticas. La reintegración del ex toxicómano en la sociedad es la única manera de no volver al consumo y eso no se lleva a cabo sin tratamiento psicológico y educativo.
En conclusión, deberíamos evitar de priorizar el tratamiento de deshabituación de las drogas a través del suministro de otras drogas, porque lamentablemente: “La pastilla de la felicidad no existe”.
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