La ascensión de fumadores sigue imparable a nivel mundial, pudiendo contar las muertes por millones, en concreto se atribuyen al tabaco alrededor de cinco millones anuales, pero si no lo remediamos a tiempo llegaremos a doblar esta cifra en relativamente pocos años, a pesar de la cantidad de preceptos legales que muchos gobiernos, unilateralmente, han puesto en marcha en los últimos años, además de las herramientas preventivas que se han desarrollado para dejar el tabaco o simplemente no empezar con él. Aunque un análisis tan global deja fuera otras reflexiones que tienen, quizás, mucho más peso específico que el terrible hecho de la muerte, sobre todo, cuando hablamos de muertos anónimos a los que no podemos ponerle cara ni nombre. Para la salud pública somos números en una estadística, pero para nosotros la muerte de Carlos, el vecino del cuarto izquierda, por cáncer de pulmón, sí que puede llegar a impactarnos.
Todo hace pensar que el destino de los fumadores empieza a tener sus horas contadas, no ya solamente por su muerte física, sino por su fallecimiento social. Las restricciones que se activaron en los EEUU hace ya más de dos décadas y que fueron implantándose de forma similar en otros países, entre los que nos encontramos, han dado sus frutos. Ser un fumador activo en Norteamérica hoy, viene a significar socialmente la imagen de un ser despreciable, depravado y suicida. En España empieza a estar mal visto fumar en lugares públicos y estamos comenzando a sentir los efectos del disimulado rechazo social ante una persona que se atreve a fumar enturbiando nuestro espacio vital con esos humos insalubres. La presión que empieza a ejercerse sobre ellas se traduce, cada vez más, en un autoveto a la hora de encender un cigarrillo con total desparpajo como se hacía antaño. Ahora se otea antes de fumar y se aseguran de dónde están para hacerlo; si existe prohibición expresa, solamente lo harán los más compulsivos, es decir, aquellos para los que el fumar se ha vuelto tan automático, que ni siquiera son conscientes de que lo están haciendo y cuya máxima expresión es la de encender un cigarro teniendo otro encendido quemándose en el cenicero.
El cerco es cada día más estrecho y los acuerdos a los que se ha llegado en la Organización Mundial de Salud en materia de tabaco, coincidiendo con la celebración del día mundial sin tabaco del próximo 31 de mayo, terminarán por acorralar completamente al adicto a la nicotina y otras cuatro mil y pico sustancias químicas más de las que se componen estos maléficos cilindros humeantes. En los próximos años podremos enterarnos de cuáles son realmente esas sustancias que hasta ahora la industria tabaquera se ha encargado de ocultar celosamente -destacando únicamente la cantidad de nicotina y alquitranes en los paquetes de tabaco-, pero de las que no tenemos ninguna duda de que son adictivas en su inmensa mayoría. Es de aplaudir que este consenso, que capitanea la directora general de la OMS, Dra. Brundtland, aglutine un paquete de medidas entre las que encontramos algunas que han sido reivindicadas por los expertos reiteradamente, como son: la eliminación de la publicidad del tabaco, el patrocinio por parte de marcas de cigarrillos de todo tipo de acontecimientos, incluidos por supuesto los deportivos, leyendas más claras y contundentes en las cajetillas acerca del daño en la salud y subida importante de los precios como medida de disuasión a su compra. Si a todo esto le añadimos las prohibiciones de fumar en el trabajo, en restaurantes y lugares públicos de ocio, centros comerciales, centros sanitarios, instituciones de todo tipo y condición, transportes públicos, etc., los fumadores se verán relegados a muy pocos lugares donde poder desarrollar su actividad fuera de la intimidad del hogar.
Lo más lamentable sigue siendo que se suman a la “liga tabaquista” un gran número de jóvenes cada año, porque a pesar de todas estas regulaciones legales y acuerdos internacionales, el tabaco continúa siendo una droga legal, permitida y promocionada. Habrá que esperar un tiempo, para verificar que todas estas disposiciones se ponen en marcha realmente y hasta qué punto se hacen cumplir, porque las compañías tabaqueras buscarán, sin duda, nuevas estrategias para fomentar el consumo de sus productos y seguir convenciendo a nuevas generaciones de que fumar es algo que está al alcance de todos.
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