Hoy en día, podemos decir que hemos cambiado nuestra forma de consumir alcohol, pasando de un consumo moderado de pequeñas cantidades (normalmente de vino), a una ingesta elevada de bebidas de alta graduación durante el fin de semana, que en muchos casos desemboca en borrachera. En el inicio de este hábito de consumo, ejerce un peso considerable la presión del grupo de iguales, o del entorno social en el que se mueven los jóvenes y, por supuesto, la influencia de los medios de comunicación, que sólo nos muestran el aspecto atractivo de las bebidas alcohólicas. Pero también la familia tiene un papel importante, promoviendo desde la infancia la adopción de hábitos y costumbres saludables y fomentando el desarrollo personal de sus miembros.
Las personas interpretamos el mundo a través de la familia, nacemos y crecemos en familia y a través de sus reglas y las experiencias que compartimos, sobre todo en nuestras primeras etapas, aprendemos a relacionarnos con nuestro entorno; el barrio, la escuela, los amigos o la sociedad en que vivimos. Educar en materia de drogas por tanto, no es una responsabilidad exclusiva de la escuela, la comunidad o el estado. La educación desde la familia ha de ser una tarea constante, en la que todos los miembros (no solo los padres) han de implicarse, para evitar o retrasar en lo posible el consumo de drogas, tanto legales como ilegales.
La prevención desde casa se asienta en la comunicación como espacio de aprendizaje. Un espacio que apoye el pensamiento crítico, en el que se refuerce la expresión de opiniones y sentimientos, la responsabilidad personal o la autonomía y que proporcione el clima adecuado para el diálogo sobre drogas o la petición de ayuda en caso de problemas. En ocasiones puede que no compartamos las opiniones de nuestros hijos o hermanos, pero no debemos caer en la trampa de juzgarlos, menospreciarlos, o sacar conclusiones anticipadas. Es importante hacerles entender que aunque no estemos de acuerdo con su planteamiento, somos capaces de comprenderlos y de ayudarlos a buscar una solución alternativa.
Otro elemento clave para prevenir el consumo de drogas desde la familia, radica en el mantenimiento de normas y valores familiares claros, coherentes y consistentes, que transmitan la importancia de mantener estilos de vida saludables, que potencien la toma de decisiones, las actitudes responsables respecto al uso de drogas y el respeto a la libertad individual, a través de la negociación progresiva de las normas y límites, para adecuarlos a la edad y el nivel de responsabilidad de cada miembro de la familia.
El problema de las drogas no distingue sexo, edad o nivel económico y no hay una fórmula que nos garantice el éxito a la hora de prevenir el abuso de sustancias, tal vez por ello el mejor modo de proteger a aquellos que queremos, sea el compromiso. Ser padres, hermanos, amigos…comprometidos activamente en la tarea de educar, informar y prevenir en materia de drogas. Enseñar y aprender de los que nos rodean, a hacer un buen uso de nuestro tiempo de ocio, abierto a alternativas saludables que diversifiquen nuestros intereses y aficiones y que no limiten el tiempo libre del fin de semana, al ocio programado de las discotecas, los pubs y los centros comerciales, donde es más fácil experimentar con las drogas. Y finalmente, estar atentos a todos aquellos factores de riesgo que aumenten la probabilidad del uso y/o abuso de drogas, para detectar el problema en etapas tempranas y ofrecer una intervención adecuada utilizando, en su caso, los recursos que nos ofrece la comunidad a través de sus profesionales, centros o asociaciones de ayuda.
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