21 de agosto de 2012.-
Este patrón, denominado consumo intensivo de alcohol (CIA), se caracteriza por picos de incidencia entre los jóvenes, igualación del consumo entre sexos, rejuvenecimiento del perfil de los bebedores abusivos y escasa percepción de riesgo (Parada, Corral, Caamaño-Isorna, Mota, Crego, Rodríguez-Olguín et al., 2011). El CIA se ha convertido en un problema social y de salud importante, pero sólo en los últimos años se está estudiando su prevalencia, las consecuencias a corto y medio plazo y los posibles factores de riego.
La última encuesta domiciliaria del Observatorio Español sobre Drogas (2010) presentó un aumento del CIA, que considerando los últimos 30 días es del 28,4% en hombres y del 17,9% en mujeres de 15 a 24 años. El CIA en jóvenes se relaciona con policonsumo, entre el que destaca el cannabis, y es un factor de riesgo para el desarrollo posterior de abuso/dependencia de alcohol (White, Marmorstein, Crews, Bates, Mun y Loeber, 2011). También se han evidenciado posibles consecuencias cognitivas del CIA, con déficits en el rendimiento neuropsicológico similares a los observados en bebedores crónicos, en especial en tareas que implican actividad prefrontal, y un patrón de toma de decisiones de "miopía" para las consecuencias negativas futuras.
La impulsividad, considerada uno de los principales rasgos de personalidad, ha centrado el interés de numerosos trabajos en la última década por hallarse relacionada con numerosos trastornos mentales y conductas desadaptativas. Ésta se define como la tendencia a actuar con falta de previsión, sin evaluar las consecuencias que puedan derivarse. La elevada impulsividad se asocia con el contacto temprano a las drogas, la repetición de los consumos y la progresión a la adicción, siendo además una condición que aumenta con el consumo.
Algunos trabajos han evidenciado una elevada impulsividad en jóvenes con patrón de CIA, aunque ninguno de ellos ha utilizado el modelo de impulsividad de Dickman. El modelo propone la existencia de dos tipos de impulsividad, la funcional relacionada con la tendencia a tomar decisiones rápidas cuando así lo requiere una situación en beneficio de la persona y la disfuncional –con base genética– relacionada con decisiones rápidas e irreflexivas que comportan consecuencias negativas para la persona. Éste dispone de un cuestionario simple, recientemente revisado con un formato de respuesta más sensible al propuesto inicialmente por el autor (Adan, Natale, Caci y Prat, 2010).
El trabajo que aquí se resume, publicado en el primer número de 2012 en la revista Adicciones, exploró las posibles diferencias entre estudiantes universitarios voluntarios con patrón de CIA y no consumidores de alcohol en las dos dimensiones de impulsividad del modelo de Dickman y si ello difiere según el sexo.
Las puntuaciones de impulsividad disfuncional fueron superiores en el grupo CIA que en el control, mientras que no se observaron diferencias en la impulsividad funcional. La impulsividad disfuncional se considera ya un marcador de vulnerabilidad para el desarrollo de trastornos adictivos, juego patológico y otras adicciones conductuales, así como conducta agresiva y antisocial. Puesto que también es sensible al fenómeno del CIA, quizá en el futuro pueda considerarse un marcador de vulnerabilidad para el CIA.
De gran interés es la interacción obtenida entre el CIA y el sexo para la dimensión de impulsividad disfuncional. Ya que la mayor impulsividad observada en los hombres respecto a las mujeres en el total de la muestra viene determinada por el grupo con CIA. Así, la presencia de elevada impulsividad disfuncional puede ser un factor de riesgo para el CIA y el posterior progreso hacia trastornos de consumo de alcohol y otras drogas, en especial en los hombres. La mayor impulsividad de los hombres se ha relacionado con un menor funcionamiento serotoninérgico (Verdejo, Lawrence y Clark, 2008), siendo ello decisivo para las diferencias entre sexos existentes en el control de impulsos.
La impulsividad disfuncional es un factor importante en el CIA, en especial en el sexo masculino. Por ello, no cabe duda del beneficio que puede suponer el incorporar aspectos que mejoren la capacidad de respuestas inhibitorias y la toma de decisiones adecuada, tanto en programas de prevención como de intervención de consumo de drogas y otros problemas conductuales en la adolescencia y la juventud temprana.
Fuente: Infocop