Diario: El Mundo
Fecha: 14/03/2002
Palabras clave: Opio, Drogas, Agricultores, ONU
Tema: Drogas
El opio afgano inundará Europa
Tras la prohibición talibán, casi 100.000 agricultores han vuelto a cultivar adormidera, según la ONU
JOSE L. LOBO. Enviado especial
KABUL. Las previsiones más pesimistas de los gobiernos occidentales están a punto de cumplirse: Afganistán volverá a ser este año el mayor productor mundial de opio. La prohibición de su cultivo dictada en enero por las nuevas autoridades afganas llegó demasiado tarde, y a finales de este mes decenas de miles de agricultores empezarán a recoger sus cosechas.
Pocas semanas después, casi 3.000 toneladas de adormidera inundarán el mercado de la droga de las principales ciudades europeas, provocando una caída del precio de la heroína. Son datos de un estudio sobre el terreno, realizado el pasado mes de febrero por la ONU en 208 localidades afganas, a cuyos resultados ha tenido acceso EL MUNDO.
«Tras la caída del régimen talibán, que prohibió su cultivo, calculamos que unos 100.000 agricultores han vuelto a plantar opio, porque sigue siendo mucho más rentable que plantar trigo o patatas», asegura en su pequeño despacho de Kabul Francis Maertens, director del Programa de Control de Drogas de Naciones Unidas (UNDCP) en Afganistán.
Eso ocurrió a mediados del pasado otoño. La derrota militar de los seguidores del mulá Omar coincidió con la época de la siembra, y los empobrecidos campesinos afganos no se lo pensaron dos veces. «La erradicación de las plantaciones de opio impuesta por los talibán en el año 2000 surtió efecto, porque el año pasado la producción apenas alcanzó las 185 toneladas», afirma Maertens. «Pero este año puede aumentar hasta las 2.700 toneladas», advierte, «porque hemos descubierto que puede haber entre 50.000 y 65.000 hectáreas plantadas»
La mayor parte de esas plantaciones, según señala el estudio del UNDCP, se localiza en las provincias del sur y el este del país. Allí se concentra el 84% de la producción total del año 2000, antes de que los integristas islámicos suspendieran el cultivo de una planta que durante décadas ha servido para financiar la guerra.
Desde la carretera que une Kabul con la frontera paquistaní apenas se divisan las hermosas flores rojizas que inundan el pequeño huerto de Farhad, y menos aún las cápsulas de color parduzco ocultas entre sus hojas, de las que a finales de este mes o primeros de abril extraerá la preciada goma. Mucho mejor para él, que sabe que su plantación, de apenas una hectárea, desafía el edicto hecho público el pasado 17 de enero por el Ejecutivo de Karzai.
«El Gobierno nos dice que plantemos trigo, pero si lo hago no podré alimentar a mi familia, porque los precios son muy bajos y, además, el trigo necesita más agua que el opio», se justifica Farhad. El opio, en cambio, «se está pagando ahora a más de 300 dólares el kilo», asegura.
Una pequeña fortuna en un país azotado por la miseria y en el que el salario medio, para los pocos que pueden cobrarlo, apenas supera los 17 euros mensuales. Farhad dice que confía en recolectar este año unos 40 kilos, y mientras trata de calcular los beneficios con sus dedos rugosos, un brillo de codicia parece dibujarse en sus ojos.