Diario: La Opinión de Tenerife
Fecha: 28/03/2002
Palabras clave: Litrona, Botellón, Leyes, Decretos, Prohibiciones
Tema: Alcohol
De la litrona al ‘botellón’ (y II)
Manuel García
No, no es un problema de la escuela. Ésta sólo se limita a reproducir esquemas de una sociedad que está a la deriva. Y que la culpa es única y exclusivamente de los adultos. Que hemos permitido todo, consentido todo y ahora no sabemos como atajarlo. Y quienes creen que con leyes, con decretos, con prohibiciones, se solventa este malestar, están totalmente equivocados. Porque lo prohibido incita más. Cuando el adulto arroja la colilla por la ventanilla de su coche, cuando dice cuatro disparates en casa al despotricar de los dueños de la empresa, cuando saca la bolsa de la basura a la hora que le apetezca y la deposita donde le venga en gana, cuando permite contemplar bodrios en la telebasura que nos inunda y un amplísimo etcétera, está fomentando un negro porvenir para su hijo. Que además no se recata en mandar a uno para cierto sitio o invitar a que nos metamos en nuestros asuntos, cuando se nos ocurre llamar la atención a su pupilo medio descarriado.
Y volviendo a lo de la antigua litrona, ahora botellón, cuando se haya legislado y tengamos ochocientos artículos que regulen todo lo imaginable, ¿qué policía lo va a hacer efectivo» La que sabe donde se producen estos hechos pero que por allí no asoma el hocico. La que conoce establecimientos, chorizos, camellos, borrachos y palanquines y no actúa. Porque, para mayor desgracia, cuando lo hace, ve cómo el supuesto delincuente sale del juzgado antes de haber firmado la denuncia.
Cuando no se corresponde lo legislado con los medios suficientes para poner en vigor todo lo bello y bonito de los escritos, mejor esperar pacientemente que estos chicos crezcan y se den cuenta de que sus hijos serán peores. Así puede que estemos en puertas de un nuevo ciclo histórico, que rompa cánones y esquemas actuales y se rija acorde con otras directrices.
Echo la vista atrás y compruebo los excesos que la historia nos depara cuando se implantaron leyes secas y otras lindezas varias. Y me vuelvo pesimista. Porque no podemos arbitrar medidas que difícilmente puedan ser llevadas a la práctica. Si se me ocurriera solicitar que sean los padres y las madres los que acudan a clase durante una buena temporada, más de uno pondría el grito en el cielo. ¿Y por qué no es tan buena esta medida como las que por ahí se oyen y comentan»
Claro que hay excepciones. Como en todo. Pero sostengo que hemos perdido nuestro papel de adultos. E incluyo, naturalmente, el sagrado deber de padres. Lo malo es que más de uno, también, creerá ver una salida en defensa de los maestros. De eso se trata, de que cada cual opine lo que crea oportuno. Ojalá lo hiciéramos con más frecuencia. Y con más fundamento. Sin una copa en las manos. A lo mejor no hubiéramos llegado a estos extremos. Los inventos de intoxicaciones etílicas y alcohólicos anónimos son majaderías por no querer llamar las cosas por su nombre y seguir escudándonos tras una careta.