Diario: El Mundo
Fecha: 02/09/2002
Palabras clave: El Retiro, Hachís, Mercado, Trapicheros.
Tema: Cannabis
Drogas. El 'costo' corre libremente en el emblemático pulmón verde de la capital. No hay que buscarlo. Con enorme facilidad puede adquirirse esta sustancia a cualquier hora
El Retiro, un gran mercado de hachís
VICTOR AUNION
El parque de El Retiro un jueves de verano por la mañana. Poca gente, la mayoría turistas y jubilados con sus nietos, algunos músicos y gitanas que se ofrecen a leer el futuro en la palma de la mano. Lo único que abundan en este pulmón verde de la capital, como si fuese la hora punta de un domingo por la mañana, son los camellos.
No hay que buscarlos, ellos salen al encuentro de los posibles compradores en este supermercado del cannabis. Trapicheros que venden costo a pequeña escala. El hachís es ofrecido al paseante, que a plena luz del día y con total normalidad puede adquirir esta droga como el que se toma una caña.
Pero la sutil diferencia entre ambos productos es que la cerveza es legal, mientras que el costo se encuentra dentro de las sustancias cuya venta está prohibida por la ley. Sin embargo, la ilegalidad de esta droga no impide que sea más fácil comprar hachís que intentar adquirir una cerveza en una tienda a partir de las 22.00 horas.
«¿Quieres 'costo', compi?»
Nada más entrar al parque, por el túnel bajo la calle de Alcalá, te abordan varios vendedores: «¿quieres costo, compi?». Esta es una de las zonas donde se sitúan los vendedores de chocolate: las entradas desde la calle Alcalá y todo el paseo paralelo al estanque. Se encuentran apostados en los bancos o junto al camino apoyados en los árboles. Suelen estar solos, observando a quien, de entre lo viandantes, pueda ser su próximo comprador. Eso sí, intentar comprar otra droga -éxtasis o cocaína- es imposible.Algo de marihuana como mucho.
En un paseo de poco más de una hora, una persona con perfil de comprador puede recibir cerca de 10 ofrecimientos «para pillar material y hacerse unos petas». El perfil es muy amplio. Cualquier persona joven, hombre o mujer, con rastas y camiseta sin mangas o con gomina, traje y corbata, recibe estas ofertas. El consumo de hachís está muy extendido por todas las capas sociales y culturales; casi cualquiera, más allá de la apariencia, puede ser un consumidor habitual.
Los vendedores abordan directamente. Llaman con la mano: «Ven, colega, y hablamos un rato», dicen al transeúnte. Otros, más disimulados, hacen señas, silban y se llevan los dedos a la boca haciendo la acción de fumar. Al pasar al lado de algún posible comprador dicen «bomba de polen» o «huevos de costo», formas de denominar el formato y la calidad de la droga que venden.
Un huevo puede variar, pero normalmente es una pieza de unos 24 ó 30 euros. Con seis euros se pueden hacer unos cuatro porros, según la calidad de la mercancía. Al hablar de polen se refieren a que el producto es de primera calidad.
Presencia policial
Aunque parezca contradictorio con el gran número de camellos la presencia policial es muy visible. Durante el paseo, el viandante se cruza con varios coches de la Policía Municipal y Nacional.Pero la gente que se dedica al menudeo del costo parece moverse con total tranquilidad e incluso impunidad.
Bien es cierto que toman sus precauciones. No llevan la droga encima, la esconden en los huecos de los árboles o la entierran en el césped. Tras llegar al acuerdo sobre el precio y la cantidad en una transacción, el camello se aleja y vuelve al instante con el costo. Entonces recibe el dinero. En muchas ocasiones se puede probar la mercancía. Tienen porros preparados para que el cliente dé unas caladas.
En la puerta, sobre las 13.30 horas, aparecen dos adolescentes, uno tiene 14 y otro 15 años. Van a comprar costo. «El que nos pasa en el barrio se ha ido de vacaciones. Por esa razón venimos aquí, que puedes pillar a cualquier hora», dice uno de ellos.«Aunque hay que tener cuidado porque te pueden vender mierda.Como son asiduos por aquí muchos guiris, sobre todo americanos, que quieren pillar, les venden cualquier cosa y te intentan colar lo que les pasan a ellos», añade el otro. Los dos chavales fuman hachís habitualmente, incluso uno de ellos no consume tabaco.«Tres o cuatro petas al día siempre caen, aunque ahora que no tenemos clase igual alguno más», explican.
Entran en El Retiro y saludan por su nombre a uno de los vendedores, en la misma puerta de acceso desde Alcalá. Compran un huevo por el que pagan 25 euros. «Normalmente lo paso a 30, pero a vosotros os lo dejo a 25», les dice el camello, que les cuenta que media hora antes le había vendido uno igual a unos extranjeros por 40.
Este tipo de transacción se realiza a plena luz del día, a cualquier hora. Y como ésta decenas o quizá centenas cada día. El Retiro, además de ser la zona verde por excelencia de la capital, se está convirtiendo también en en un Abierto 24 horas de este tipo de droga.
Cabinas de teléfono, escondite perfecto
La plaza de Castilla es otro punto caliente de venta de hachís. Alrededor del intercambiador, por el que cada día pasan miles de madrileños, se colocan los vendedores de esta sustancia.Como en El Retiro, ofrecen al viandante la mercancía. Pero en este caso el sistema que utilizan para no llevar la droga encima es diferente. Esconden el hachís en las cabinas de teléfono, debajo de la repisa, adherido con cinta, en pequeñas bolsas de plástico.
Están siempre pendientes de la gente que pasa por el lugar y no quitan ojo de su mercancía. Llegan a darse momentos tensos cuando, por casualidad, alguna persona decide usar el teléfono público donde está escondida la droga. Sin saberlo, este transeúnte tiene encima las miradas de los camellos mientras habla despreocupadamente desde la cabina.
En caso de que la policía pida la identificación o registre a estas personas que se dedican al menudeo del hachís, apenas les encuentran encima unos gramos. Es lo mínimo para hacer pequeñas ventas y que no les pueda acarrear más que una sanción administrativa.En ningún caso corren peligro de sanción penal, pues, si descubren la droga que hay en las cabinas, negarán que es suya.